Translate

Citaciones - Español

Ignoro totalmente por qué hay que hacer algo en esta vida, por qué debemos tener amigos y aspiraciones, esperanzas y sueños. ¿No sería mil veces preferible retirarse del mundo, lejos de todo lo que engendra su tumulto y sus complicaciones?
– En las cimas de la desesperación

Hay experiencias a las que no se puede sobrevivir. Experiencias tras las cuales se siente que ya nada puede tener sentido. Después de haber conocido las fronteras de la vida, después de haber vivido con exasperación todo el potencial de esos peligrosos confines, los actos y los gestos cotidianos pierden totalmente su encanto, su seducción. Si se continúa, sin embargo, viviendo, es únicamente gracias a la escritura, la cual alivia, objetivándola, esa tensión sin límites. La creación es una preservación temporal de las garras de la muerte.
– En las cimas de la desesperación

No es el conocimiento lo que nos acerca a los santos, sino el despertar de las lágrimas que duermen en lo más profundo de nosotros mismos. Entonces únicamente, a través de ellas, tenemos acceso al conocimiento y comprendemos cómo se puede llegar a ser santo después de haber sido hombre.
– De lagrimas y de santos

Job, lamentaciones cósmicas y sauces llorones... Llagas abiertas de la naturaleza y del alma... Y el corazón humano - llaga abierta de Dios.
– De lagrimas y de santos

El límite de cada dolor es un dolor aún mayor.
- De lagrimas y de santos

Shakespeare y Dostoievski hacen que persista en nosotros la nostalgia de no ser santos o criminales. Esas dos maneras de autodestruirse...
- De lagrimas y de santos

La mística es una irrupción de lo absoluto en la historia. Al igual que la música, ella es el nimbo de toda cultura, su justificación última.
- De lagrimas y de santos

En sí misma, toda idea es neutra o debería serlo; pero el hombre la anima, proyecta en ella sus llamas y sus demencias; impura, transformada en creencia, se inserta en el tiempo, adopta figura de suceso: el paso de la lógica a la epilepsia se ha consumado... Así nacen las ideologías, las doctrinas y las farsas sangrientas.
– Breviario de Podredumbre

En todo hombre dormita un profeta, y cuando se despierta hay un poco más de mal
en el mundo... La locura de predicar está tan anclada en nosotros que emerge de
profundidades desconocidas al instinto de conservación. Cada uno espera su momento para proponer algo: no importa el qué. Tiene una voz: eso basta. Pagamos caro no ser sordos ni mudos...
– Breviario de Podredumbre

Se puede clasificar a los hombres siguiendo los criterios más caprichosos: según
sus humores, sus inclinaciones, sus sueños o sus glándulas. Se cambia de ideas como de corbatas; pues toda idea, todo criterio viene de lo exterior, de las configuraciones y de los accidentes del tiempo. Pero hay algo que viene de nosotros mismos, que es nosotros mismos, una realidad invisible, pero interiormente verificable, una presencia insólita y de siempre, que puede concebirse en todo instante y que no nos atrevemos jamás a admitir, y que no tiene actualidad más que antes de su consumación: es la muerte, el verdadero criterio... Y es ella, la más íntima dimensión de todos los vivientes. La que separa la humanidad en dos órdenes tan irreductibles, tan alejados el uno del otro, que hay más distancia entre ellos que entre un buitre y un topo, que entre una estrella y un escupitajo. El abismo de dos mundos incomunicables se abre entre el hombre que tiene el sentimiento de la muerte y el que no lo tiene; sin embargo, los dos mueren; pero uno ignora su muerte, el otro la sabe; el uno no muere más que un instante, el otro no cesa de morir...
– Breviario de Podredumbre

Cada uno de nosotros ha nacido con una dosis de pureza predestinada a ser corrompida por el comercio con los hombres, por ese pecado contra la soledad. Pues cada uno de nosotros hace lo imposible por no verse entregado a él mismo. Lo semejante no es fatalidad, sino tentación de decadencia. Incapaces de guardar nuestras manos limpias y nuestros corazones intactos, nos manchamos con el contacto de sudores extraños, nos revolcamos sedientos de asco y fervientes de pestilencia, en el fango unánime.
– Breviario de Podredumbre

¿Por qué Dios es tan incoloro, tan débil, tan mediocremente pintoresco? ¿Por qué carece de interés, de vigor y de actualidad y se nos parece tan poco? ¿Existe una imagen menos antropomórfica y más gratuitamente lejana? ¿Cómo hemos podido proyectar sobre él resplandores tan pálidos y fuerzas tan claudicantes? ¿A dónde han fluido nuestras energías, en dónde se han vertido nuestros deseos? ¿Quién ha absorbido entonces nuestro superávit de insolencia vital?
– Breviario de Podredumbre

Nacidos en una prisión, con fardos sobre nuestras espaldas y nuestros pensamientos, no podríamos alcanzar el término de un solo día si la posibilidad de acabar no nos incitara a comenzar al día siguiente... Los grilletes y el aire irrespirable de este mundo nos lo quitan todo salvo la libertad de matarnos; y esta libertad nos insufla una fuerza y un orgullo tales que triunfan sobre los pesos que nos aplastan.
– Breviario de Podredumbre

Formados en la escuela de los veleidosos, idólatras del fragmento y del estigma, pertenecemos a un tiempo clínico en el que únicamente nos importan los casos. Sólo nos interesa lo que un escritor se ha callado, lo que hubiera podido decir, sus profundidades mudas. Si deja una obra, si se explica, se asegura nuestro olvido. Magia del artista irrealizado..., de un vencido que desaprovecha sus decepciones, que no sabe hacerlas fructificar.
– Silogismos de la amargura

La historia de las ideas es la historia del rencor de los solitarios.
- Silogismos de la amargura

El Infierno ‑tan exacto como un atestado;
El Purgatorio ‑falso como toda alusión al Cielo;
El Paraíso ‑muestrario de ficciones y de insulseces...
La Trilogía de Dante constituye la más alta rehabilitación del diablo emprendida por un cristiano. - Silogismos de la amargura

Ser un Raskolnikov ‑sin la excusa del crimen.
- Silogismos de la amargura

Modelos de estilo: el juramento, el telegrama y el epitafio.
- Silogismos de la amargura

Baudelaire introdujo la fisiología en la poesía; Nietzsche, en la filosofía. Con ellos, los trastornos de los órganos se elevaron a canto y a concepto. Proscritos de la salud, a ellos les incumbía asegurar una carrera a la enfermedad.
- Silogismos de la amargura

El pesimista debe inventarse cada día nuevas razones de existir: es una víctima del "sentido" de la vida.
- Silogismos de la amargura

¿Qué hace el sabio? Se resigna a ver, a comer, etc., acepta a pesar suyo esa "llaga de nueve aberturas" que es el cuerpo según la Bhagavad‑Gita. ‑¿La sabiduría? Sufrir dignamente la humillación que nos infligen nuestros agujeros.
- Silogismos de la amargura

En este "gran dormitorio", como llama un texto taoísta al universo, la pesadilla es la única forma de lucidez.
- Silogismos de la amargura

En los tormentos del intelecto hay una decencia que difícilmente encontraríamos en los del corazón. El escepticismo es la elegancia de la ansiedad.
- Silogismos de la amargura

Esa especie de malestar cuando intentamos imaginar la vida cotidiana de los grandes hombres... Sobre las dos de la tarde, ¿qué hacía Sócrates?
- Silogismos de la amargura

No he encontrado en el edificio del pensamiento ninguna categoría sobre la que reposar mi frente. En cambio, ¡qué almohada el Caos!
- Silogismos de la amargura

Una moda filosófica se impone como una moda gastronómica: se refuta igual una idea que una salsa.
- Silogismos de la amargura

La filosofía sirve de antídoto contra la tristeza. Y hay quienes creen aún en la profundidad de la filosofía.
- Silogismos de la amargura

En este universo provisional, nuestros axiomas sólo tienen un valor de sucesos.
- Silogismos de la amargura

Cada vez que tenemos una idea, algo se pudre en nosotros.
- Silogismos de la amargura

La palidez nos muestra hasta dónde puede el cuerpo comprender al alma.
- Silogismos de la amargura

La leucemia es el jardín donde florece Dios.
- Silogismos de la amargura

"Soy como una marioneta rota cuyos ojos hubieran caído adentro". Estas palabras de un enfermo mental valen más que el conjunto de las obras de introspección.
- Silogismos de la amargura

Lo que arruina a la alegría es su falta de rigor; véase, por otra parte, la lógica de la hiel...
- Silogismos de la amargura

Debemos la casi totalidad de nuestros conocimientos a nuestras violencias, a la exacerbación de nuestro desequilibrio. Incluso Dios, por mucho que nos intrigue, no es en lo más íntimo de nosotros donde le discernimos, sino justo en el límite exterior de nuestra fiebre, en el punto preciso en el que, al afrontar nuestro furor al suyo, resulta un choque, un encuentro tan ruinoso para El como para nosotros. Alcanzado por la maldición que los actos conllevan, el violento no fuerza su naturaleza, no va más allá de sí mismo, más que para volver de nuevo a sí enfurecido, como agresor, seguido de sus empresas, que vienen a castigarle por haberlas suscitado. No hay obra que no se vuelva contra su autor: el poema aplastará al poeta, el sistema al filósofo, el acontecimiento al hombre de acción. Se destruye cualquiera que, respondiendo a su vocación y cumpliéndola, se agita en el interior de la historia; sólo se salva quien sacrifica dones y talentos para que, liberado de su condición de hombre, pueda reposarse en el ser.
– La tentación de existir

Es equivocado hacerse del exilado la imagen del que abdica, se retira y se oculta, resignado a sus miserias, a su condición de desecho. Al observarlo, se descubre en él un ambicioso, un decepcionado agresivo, un amargado que, además, es un conquistador. Cuanto más desposeídos estamos, más se exacerban nuestros apetitos y nuestras ilusiones. Incluso discierno alguna relación entre la desdicha y la megalomanía. El que lo ha perdido todo conserva, como último recurso, la esperanza dc la gloria o del escándalo literario. Consiente en abandonarlo todo, salvo su nombre. Pero ¿cómo impondrá su nombre, si escribe en una lengua que los civilizados ignoran o desprecian?
– La tentación de existir

Nada más irritante que esas obras en las que se coordina las ideas frondosas de un espíritu que ha aspirado a todo, salvo al sistema. ¿De qué sirve dar una apariencia de coherencia a las de Nietzsche, so pretexto de que giran en torno a un motivo central? Nietzsche es un conjunto de actitudes y supone rebajarle, buscar en él una voluntad de orden, una preocupación por la unidad. Cautivo de sus humores, ha recensionado sus variaciones. En su filosofía, meditación sobre sus caprichos, vanamente quisieran los eruditos elucidar constantes que rechaza.
– La tentación de existir

Ya en la Edad Media ciertos espíritus, cansados de reiterar los mismos temas, las mismas expresiones, debían, para renovar su piedad y emanciparla de la terminología oficial, recurrir a la paradoja, a la fórmula seductora, ora brutal, ora matizada. Así, por ejemplo, el maestro Eckhart. Por riguroso y preocupado de coherencia que estuviese era demasiado escritor para no parecer sospechoso a la Teología: su estilo, más que sus ideas le valió el honor de ser convicto de herejía. Cuando se examinan, en sus tratados y sermones, las proposiciones incriminadas, uno se sorprende de la preocupación por el bien decir que traicionan; revelan el lado genial de su fe. Como todo herético, pecó por la forma. Enemiga del lenguaje, la ortodoxia, religiosa o política, postula la expresión prevista. Si casi todos los místicos tuvieron conflictos con la Iglesia, es porque tenían demasiado talento; la Iglesia no exige ninguno, no reclama más que la obediencia, la sumisión a su estilo. En nombre de un verbo esclereotizado, erige sus hogueras. Para escapar a ellas, el herético no tenía otro recurso más que cambiar de fórmulas, expresar sus opiniones en otros términos, en términos consagrados. La Inquisición no hubiera quizás existido jamás si el catolicismo hubiese tenido más indulgencia y comprensión por la vida del lenguaje, por sus desvíos, su variedad y su invención. Cuando se ha barrido la paradoja, sólo se evita el martirio por el silencio o la banalidad.
– La tentación de existir

Quien no haya conocido la tentación de ser el primero en la ciudad, no comprenderá el juego de la política, de la voluntad de someter a los otros para convertirlos en objetos, ni adivinará cuáles son los elementos que conforman el arte del desprecio. Raros son los que no hayan sentido, en menor o mayor grado, la sed de poder que nos es natural; pero, si nos fijamos bien, esta sed adquiere todas las características de un estado enfermizo del que sólo nos curamos por accidente o gracias a una mutación interior como la que se operó en Carlos V cuando, al abdicar en Bruselas, en la cumbre de la gloria, enseñó al mundo que el exceso de agobio podía suscitar escenas tan admirables como el exceso de valentía.
– Historia y Utopía

Mientras un conquistador triunfa, mientras avanza, puede permitirse cualquier delito; la opinión lo absuelve; pero en cuanto la fortuna lo abandone, el menor error se volverá contra él. Todo depende del momento en el que se mata: el crimen en plena gloria consolida la autoridad, por el miedo sagrado que inspira. El arte de hacerse temer y respetar equivale al sentido de la oportunidad.
– Historia y Utopía

El cesarismo espiritual es más refinado y más rico en trastornos que el cesarismo propiamente dicho: si quieres dejar un nombre, antes lígalo a una iglesia que a un imperio. Tendrás así neófitos apegados a tu suerte y a tus chifladuras, fieles que podrás salvar o maltratar a placer. Los jefes de una secta no retroceden ante nada, pues incluso sus escrúpulos forman parte de su táctica. Pero sin llegar hasta las sectas ‑caso límite‑, querer simplemente instituir una orden religiosa es mejor, en el plano de la ambición, que regentar una ciudad o asegurarse una conquista por medio de las armas. Insinuarse en los espíritus, hacerse dueño de sus secretos, despojarlos en cierta forma de sí mismos, de su unidad, quitarles hasta el privilegio, que se dice inviolable, del «fuero interno», ¿qué tirano, qué conquistador ha aspirado a tanto? Siempre será más sutil la estrategia religiosa, y más sospechosa, que la estrategia política. Que se comparen los Ejercicios espirituales, tan astutos bajo su aspecto desenfadado, con la franqueza desnuda de El Príncipe, y se medirá la distancia que separa las astucias del confesionario de las astucias de una chancillería o de un trono. Mientras más se exaspera el apetito de poder en los jefes espirituales, más se preocupan, no sin razón, en frenarlo en los demás. Cualquiera de nosotros, abandonado a sí mismo, ocuparía el espacio y hasta el aire y se consideraría su propietario. Una sociedad que se estimara perfecta, debería poner de moda, o hacer obligatoria, la camisa de fuerza, pues el hombre sólo se mueve para hacer el mal.
– Historia y Utopía

Empleamos la mayor parte de nuestras vigilias en despedazar con el pensamiento a nuestros enemigos, en arrancarles los ojos y las entrañas, en presionar y vaciar sus venas, en pisotear y machacar cada uno de sus órganos, dejándoles únicamente, por lástima, el placer de su esqueleto. Hecha esta concesión, nos tranquilizamos y, hartos de fatiga, caemos en el sueño. Reposo bien ganado después de tan minucioso encarnizamiento. Debemos, por otra parte, recuperar fuerzas para poder recomenzar a la noche siguiente, para emprender una tarea que descorazonaría a un Hércules carnicero. Decididamente, tener enemigos no es una sinecura.
– Historia y Utopía

Detestamos a aquellos que han «escogido» vivir en la misma época que nosotros, que corren a nuestro lado, que estorban nuestros pasos o nos dejan atrás. En términos más claros: todo contemporáneo es odioso. Nos resignamos a la superioridad de un muerto, nunca a la de un vivo cuya misma existencia constituye un reproche y una acusación, una invitación a los vértigos de la modestia. Que tantos semejantes nos sobrepasen es una evidencia insostenible que esquivamos arrogándonos, por astucia instintiva o desesperada, todos los talentos y atribuyéndonos la ventaja de ser únicos. Nos asfixiamos cerca de nuestros émulos o de nuestros modelos: ¡qué alivio frente a sus tumbas!
– Historia y Utopía

Para concebir una verdadera utopía, para esbozar, con convicción, el panorama de la sociedad ideal, hace falta una cierta dosis de ingenuidad, hasta de tontería, que, demasiado aparente, termina por exasperar al lector. Las únicas utopías legibles son las falsas, las que, escritas por juego, diversión o misantropía, prefiguran o evocan los Viajes de Gulliver, biblia del hombre desengañado, quintaesencia de visiones no quiméricas, utopía sin esperanza. Merced a sus sarcasmos, Swift desestupidizó un género hasta casi anularlo.
– Historia y Utopía

Situado en las antípodas de La Rochefoucauld, los inventores de utopías son moralistas que sólo perciben en nosotros desinterés, apetito de sacrificio, olvido de sí. Exangües, perfectos y nulos, azotados por el Bien, desprovistos de pecados y de vicios, sin espesor ni contorno, sin iniciación a la existencia, al arte de avergonzarse de sí mismos, de variar sus vergüenzas y sus suplicios, no sospechan siquiera el placer que nos inspira el abatimiento de nuestros semejantes, la impaciencia con la que anticipamos y seguimos su caída.
– Historia y Utopía

Un gran paso adelante fue dado el día en que los hombres comprendieron que, para mejor poder atormentarse unos a otros, necesitaban reunirse, organizarse en sociedad. Si creemos a las utopías, sólo lo han conseguido a medias; por eso ellas se proponen ayudarlos, ofrecerles un marco apropiado al ejercicio de una felicidad completa, exigiendo, a cambio, que renuncien a su libertad, o, si la conservan, que la utilicen únicamente para clamar su alegría en medio de los sufrimientos que se infligen a placer. Tal parece ser el destino de la solicitud infernal que las lleva hacia los hombres. En esas condiciones, cómo no imaginar una utopía a la inversa, una liquidación del ínfimo bien y del mal inmenso que atañen a la existencia de cualquier orden social? ¿Cómo poner término a un tan vasto conjunto de anomalías? Se necesitaría algo comparable al disolvente universal que los alquimistas buscaban y cuya eficacia se apreciara, no ya en los metales, sino sobre las instituciones.
– Historia y Utopía

En realidad no tenemos opción más que entre una enferma voluntad o una mala voluntad; la primera, excelente por estar golpeada, inmovilizada, por ser ineficaz; la otra, dañina, es decir movilizadora, investida de un principio dinámico: la misma que mantiene la fiebre del devenir y suscita los acontecimientos.
– Historia y Utopía

La maldición que pesa sobre nosotros pesaba ya sobre nuestro primer ancestro, incluso antes de que se dirigiera hacia el árbol del conocimiento. Insatisfecho de sí mismo, más lo estaba de Dios a quien envidiaba sin estar consciente; iba a estarlo gracias a los buenos oficios del tentador, auxiliar, y no autor, de su ruina. Antes, vivía con el presentimiento del saber, en una ciencia que se ignoraba a sí misma, en una falsa inocencia, propicia al estallido de los celos, vicio engendrado por el comercio con seres más afortunados; ahora bien, nuestro ancestro congeniaba con Dios, lo espiaba y era espiado por él. Nada bueno podía resultar.
- La caída en el tiempo

Si hubiésemos caído de una inocencia completa, total, verdadera en suma, la extrañaríamos con una vehemencia tal que nada podría prevalecer contra nuestro deseo de recobrarla; pero el veneno estaba ya en nosotros, originalmente, indistinto todavía pero que después iría definiéndose y apoderándose de nosotros, marcándonos, individualizándonos para siempre.
- La caída en el tiempo

Si durante tanto tiempo la humanidad se apegó al absoluto, fue porque no podía encontrar en sí misma un principio de salud. La trascendencia posee virtudes curativas: bajo el disfraz que sea, un dios representa un paso hacia la cura. Incluso el diablo representa para nosotros un recurso más eficaz que nuestros semejantes. Estábamos más sanos cuando, implorando o detestando una fuerza que nos sobrepasaba, podíamos utilizar sin ironía la plegaria o la blasfemia. Desde que fuimos condenados a nosotros mismos, nuestro desequilíbrio se acentuó.
- La caída en el tiempo

El hombre depende de órdenes incompatibles, contradictorias, y nuestra especie, en lo que tiene de única, se sitúa como fuera de los reinos. Aunque exteriormente tengamos todo lo de la bestia y nada de la divinidad, la teología da mejor cuenta de nuestro [22] estado que la zoología. Dios es una anomalía; el animal no; ahora bien, igual que Dios, nosotros perdemos dignidad, existimos gracias a nuestras irreductibilidades. Mientras más al margen de las cosas estamos, mejor comprendemos a quien se encuentra al margen de todo; quizá sólo a él lo comprendemos bien... Su caso nos gusta y nos fascina, y su anomalía, que es suprema, nos parece la conclusión, la expresión ideal de la nuestra.
- La caída en el tiempo

Amontono lo gastado, no dejo de fabricarlo y de precipitar en él al presente, sin otorgarle el ocio de agotar su propia duración. Vivir es experimentar la magia de lo posible; pero cuando en lo posible se percibe incluso lo gastado que está por venir, todo se vuelve virtualmente pasado, y ya no hay ni presente ni futuro. Lo que distingo en cada instante es un jadeo, y su exterior, no la transición hacia otro instante. Elaboro tiempo muerto, me revuelvo en la asfixia del devenir.
- La caída en el tiempo

Con excepción de algunos casos aberrantes, el hombre no se inclina hacia el bien: ¿qué dios le impulsaría a ello? Debe vencerse, hacerse violencia, para poder ejecutar el menor acto no manchado de mal. Cada vez que lo logra, provoca y humilla a su creador. Y si le acaece el ser bueno no por esfuerzo o cálculo, sino por naturaleza, lo debe a una inadvertencia de lo alto: se sitúa fuera del orden universal, no está previsto en ningún plan divino. No hay modo de ver qué lugar ocupa entre los seres, ni siquiera si es uno de ellos. ¿Será acaso un fantasma?
– El aciago demiurgo

Es difícil, es imposible creer que el dios bueno, el «Padre», se haya involucrado en el escándalo de la creación. Todo hace pensar que no ha tomado en ella parte alguna, que es obra de un dios sin escrúpulos, de un dios tarado. La bondad no crea: le falta imaginación; pero hay que tenerla para fabricar un mundo, por chapucero que sea. Es, en último extremo, de la mezcla de bondad y maldad de la que puede surgir un acto o una obra. O un universo. Partiendo del nuestro, es en cualquier caso mucho más fácil remontarse a un dios sospechoso que a un dios honorable.
– El aciago demiurgo

Predestinados los unos a creer en un dios supremo, pero impotente; los otros, en un demiurgo; los otros, finalmente, en el demonio, no elegimos nuestras veneraciones ni nuestras blasfemias. El demonio es el representante, el delegado del demiurgo, cuyos asuntos administra aquí abajo. Pese al prestigio y al terror unidos a su nombre, no es más que un administrador, un ángel degradado a una tarea baja, a la historia.
– El aciago demiurgo

Al infligir al dios oficial las funciones de padre, de creador y de gerente, se le expuso a ataques de resultas de los cuales debía sucumbir. ¡Cuál no hubiera sido su longevidad si se hubiese escuchado a un Marción, que de todos los heresiarcas es el que se ha erguido con más vigor contra el escamoteo del mal y que ha contribuido en el mayor grado a la gloria del dios malo por el odio que le ha profesado! No hay ejemplo de otra religión que, en sus comienzos, haya desperdiciado tantas ocasiones. Seríamos con toda seguridad muy diferentes si la era cristiana hubiera sido inaugurada por la execración del creador, pues el permiso de abrumarle no hubiese dejado de aliviar nuestra carga y de volver así menos opresores los dos últimos milenios. La Iglesia, al rehusar incriminarle y adoptar las doctrinas a las que no repugnaba hacerlo, iba a comprometerse en la astucia y la mentira. Por lo menos, tenemos el consuelo de constatar que lo más seductor que hay en su historia son sus enemigos íntimos, todos los que ella ha combatido y rechazado y quienes, para salvaguardar el honor de Dios, recusaron, a riesgo del martirio, su condición de creador.
– El aciago demiurgo

La exhortación criminal del Génesis: Creced y multiplicaos, no ha podido salir de la boca del dios bueno. Sed escasos, hubiese debido sugerir más bien, si hubiese tenido voz en el capítulo. Nunca tampoco hubiese podido añadir las palabras funestas: Y llenad la tierra. Se debería, antes de nada, borrarlas para lavar a la Biblia de la vergüenza de haberlas recogido.
– El aciago demiurgo

Lo que hay en nosotros de más anclado y de menos perceptible es el sentimiento de una quiebra esencial, secreto de todos, dioses incluidos. Y lo que es notable es que la mayoría está lejos de adivinar que experimenta ese sentimiento: Estamos por lo demás, merced a un favor especial de la naturaleza, destinados a no darnos cuenta de ello: la fuerza de un ser reside en su incapacidad de saber hasta qué punto está solo. Bendita ignorancia, gracias a la cual puede agitarse y actuar. ¿Qué tiene por fin la revelación de su secreto? Su impulso se rompe de inmediato, irremediablemente. Es lo que le ha sucedido al creador o lo que le sucederá, quizás.
– El aciago demiurgo

Puesto que mi misión es sufrir, no comprendo por qué intento imaginar mi suerte de otro modo, aún menos por qué me encolerizo contra sensaciones. Pues todo sufrimiento no es más que eso, en sus comienzos y, en todo caso, en su fin. En el medio, claro está, es un poco más: un universo. – El aciago demiurgo

Cuando se ha comprendido que nada es, que las cosas no merecen ni siquiera el estatuto de apariencias, ya no se necesita ser salvado, se está salvado y desdichado para siempre.
– El aciago demiurgo

La obsesión del suicidio es propia de quien no puede ni vivir ni morir, y cuya atención nunca se aparta de esta doble imposibilidad.
– El aciago demiurgo

En el concilio de 1211 contra los Bogomilos se anatematizó a aquellos de entre ellos que sostenían que «la mujer concibe en su vientre con la cooperación de Satán, que Satán permanece allí sin retirarse hasta el nacimiento del niño».
No me atrevo a suponer que el demonio pueda interesarse en nosotros hasta el punto de hacernos compañía durante meses; pero no podría dudar de que hayamos sido concebidos bajo su mirada y de que haya efectivamente asistido a nuestros queridos progenitores.
– El aciago demiurgo

Tres de la mañana. Percibo este segundo, después este otro; hago el balance de cada minuto. ¿A qué viene todo esto? A que he nacido. De cierto tipo de vigilias viene la inculpación del nacimiento.
- Del inconveniente de haber nacido

Necesidad física del deshonor. Me hubiera gustado ser hijo de verdugo.
- Del inconveniente de haber nacido

¡Qué miserable es la sensación! Incluso el éxtasis no es, quizá sino una más.
- Del inconveniente de haber nacido

Haber cometido todos los crímenes: salvo el de ser padre.
- Del inconveniente de haber nacido

Lo que sé a los sesenta años, ya lo sabía a los veinte. Cuarenta años de un largo, superfluo trabajo de comprobación.
- Del inconveniente de haber nacido

La única, la verdadera mala suerte: nacer. Se remonta a la agresividad, al principio de expansión y de rabia aposentado en los orígenes, en el impulso hacia lo peor. No es de extrañar que todo ser venido al mundo sea un maldito.
- Del inconveniente de haber nacido

La lucidez es el único vicio que hace al hombre libre: libre en un desierto.
- Del inconveniente de haber nacido

Cuando me paseaba, tarde, por el camino bordeado de árboles, una castaña cayó a mis pies. El ruido que hizo al estallar, el eco que se suscitó en mi, y un temblor desproporcionado con respecto a ese ínfimo incidente, me sumergieron en el milagro, en la embriaguez de lo definitivo, como si no hubiera ya más preguntas, sólo respuestas. Me sentía ebrio de mil evidencias inesperadas con las que no sabía qué hacer...
Así fue como estuve a punto de alcanzar mi momento supremo. Pero creí preferible continuar el paseo.
- Del inconveniente de haber nacido

Tracios y Bogomilos: no puedo olvidar que he frecuentado los mismos parajes que ellos, ni que unos lloraban por los recién nacidos, y que los otros, para absolver a Dios, hacían responsable a Satanás de la infamia de la Creación.
- Del inconveniente de haber nacido

Si el hastío del mundo confiriera por sí solo la santidad, no veo cómo yo podría evitar la canonización.
- Del inconveniente de haber nacido

No es humilde aquel que se odia.
- Del inconveniente de haber nacido

Aceptamos sin temor la idea de un sueño ininterrumpido; en cambio un despertar eterno (la inmortalidad, si fuera concebible, sería eso), nos une en el terror.
La inconsciencia es una patria; la conciencia, un exilio.
- Del inconveniente de haber nacido

Una sola cosa importa: aprender a ser perdedor.
- Del inconveniente de haber nacido

El progreso es la injusticia que cada generación comete con respecto a la que le precede.
- Del inconveniente de haber nacido

El Occidente: una podredumbre que huele bien, un cadáver perfumado.
- Del inconveniente de haber nacido

Mi visión del futuro es tan precisa que, si tuviera hijos, los estrangularía en el acto.
- Del inconveniente de haber nacido

Los modernos han perdido el sentido del destino, y, con ello, el gusto por la lamentación. Debería resucitarse de inmediato el coro en el teatro, y, en los entierras, las plañideras.
- Del inconveniente de haber nacido

Un libro debe hurgar en las heridas, provocarlas incluso. Un libro debe ser un peligro.
- Desgarradura

No se escribe porque se tenga algo que decir, sino porque se tienen ganas de decir algo.
- Desgarradura

¿Qué es el dolor? Una sensación que no quiere pasar inadvertida, una sensación
ambiciosa.
- Desgarradura

Existir es un plagio.
- Desgarradura

La verdadera elegancia moral reside en el arte de disfrazar las victorias propias en
derrotas.
- Desgarradura

Eternidad. Me pregunto cómo he podido articular tantas veces esta palabra sin perder la
razón.
- Desgarradura

Un hombre que se precie no tiene patria. Una patria es un engrudo.
- Desgarradura

Según el autor gnóstico del Apocalipsis de Juan, llamar al Altísimo infinito es apuntar
muy bajo, pues El es "mucho más que eso".
Me gustaría conocer el nombre del autor que vio con tanta perspicacia en qué consiste la
extravagante singularidad de Dios.
– Desgarradura

Fundar una familia. Creo que me hubiera sido más fácil fundar un imperio.
– Desgarradura

-¿Es usted reaccionario?
-Tal vez, pero en el sentido en que Dios lo es.
– Desgarradura

-Me tomo la libertad de rezar por usted.
-Me parece muy bien. Pero, ¿quién va a escucharle?
– Desgarradura

Según Nagarjuna, espíritu extremadamente sutil que sobrepasó incluso el nihilismo, lo que Buda ofreció al mundo es el "néctar de la vacuidad". En los confines del análisis más abstracto y destructor, ¿no es una debilidad, una concesión, evocar un brebaje, aunque sea el de los dioses? -Por muy lejos que vayamos, siempre arrastraremos la indignidad de ser -o haber sido- hombres.
– Desgarradura

No existe otro mundo. Ni siquiera existe este mundo. ¿Qué existe entonces? La sonrisa interior que suscita en nosotros la evidente inexistencia de uno y otro.
– Desgarradura

Me reconciliaré conmigo mismo el día que acepte la muerte como se acepta una
invitación a cenar: con una repugnancia divertida.
– Desgarradura

Morir a los sesenta o a los ochenta años es más duro que a los diez o a los treinta. Ser adicto a la vida, ese es el quid; pues la vida es el mayor vicio que existe. Lo cual explica el trabajo que cuesta deshacerse de ella.
– Desgarradura

Nosotros olvidamos al cuerpo, pero el cuerpo no nos olvida a nosotros. ¡Maldita memoria de los órganos!
– Desgarradura

Cualquier enfermo piensa más que un filósofo. La enfermedad es disyunción, es decir, reflexión. Siempre nos separa de algo, a veces de todo. Hasta el idiota supera su idiotez cuando experimenta una sensación violenta de dolor; es consciente de su sensación y se coloca fuera de ella, y puede que hasta de sí mismo, en cuanto siente que es él quien sufre. De modo semejante, deben existir grados de conciencia entre los animales, según la intensidad de la dolencia que padezcan.
– Desgarradura

La vejez, en definitiva, no es más que el castigo por haber vivido.
– Desgarradura

Nunca he podido saber lo que significa ser, excepto en algunos momentos particularmente no filosóficos.
– Desgarradura

Todo proyecto es una forma encubierta de esclavitud.
– Desgarradura

El hombre, "ex-animal", pero animal todavía, es mejor y peor que el animal. El
superhombre, si pudiera existir, sería mejor y peor que el hombre. Un indeseable, y de los más inquietantes, cuya llegada no podría esperarse sin ligereza.
– Desgarradura

La muerte es lo más sólido que hasta ahora ha inventado la vida.
– Desgarradura

Proverbio chino: "Cuando un solo perro ladra a una sombra, diez mil perros hacen de ella una realidad".
A colocar en epígrafe de cualquier comentario sobre las ideologías.
– Desgarradura

El hombre es inaceptable.
– Desgarradura

Según Novalis, de nosotros depende que el mundo sea conforme a nuestra voluntad.
Eso es exactamente lo contrario de lo que se puede pensar y sentir al final de una vida y, con mayor razón, al final de la historia...
– Desgarradura

Cuando el Cristo descendió a los infiernos, los justos de la antigua ley, Abel, Enoch, Noé, desconfiaron de su enseñanza y no respondieron a su llamada. Creyeron que era un emisario del Tentador, cuyas trampas temían. Sólo Caín y los de su especie se adhirieron a su doctrina o fingieron hacerlo, sólo ellos le siguieron y abandonaron con él los infiernos. ‑Esto es lo que enseñaba Marción.
«La felicidad del malvado», esa vieja objeción contra la idea de un Creador misericordioso o al menos honorable, ¿quién la ha consolidado mejor que aquel heresiarca? ¿Quién además de él ha percibido con semejante agudeza lo que tiene de invencible?
– Ese Maldito Yo

La filosofía hindú persigue la liberación; la griega, a excepción de Pirrón, Epicuro y algunos inclasificables, es decepcionante: no busca más que la... verdad.
– Ese Maldito Yo

El Cristo llamó a Satán «Príncipe de este mundo»; San Pablo, queriendo ir más lejos, daría en el clavo llamándole «dios de este mundo».
Cuando semejantes autoridades designan por su nombre a quien nos gobierna, ¿tenemos nosotros derecho a jugar a los desgraciados?
– Ese Maldito Yo

El hombre es libre, salvo en lo que posee de más profundo. En la superficie, hace lo que quiere; en sus capas más oscuras, «voluntad» es un vocablo carente de sentido.
– Ese Maldito Yo

Sobre el Cristo aún. Según un relato gnóstico, ascendió a los cielos por odio del fatum, para impedir, alterando la disposición de las esferas, que pudiera leerse en los astros.
En semejante jaleo, ¿qué ha podido sucederle a mi pobre estrella?
– Ese Maldito Yo

Un obispo africano me ha contado que en su país se compraba un transistor con una cabra.
Este simple hecho basta para sumirnos en un delirio de aniquilamiento.
– Ese Maldito Yo

«Soy un cobarde, no puedo soportar el sufrimiento de ser feliz.»
Para calar a alguien, para conocerlo realmente, me basta ver cómo reacciona a estas palabras de Keats. Si no comprende inmediatamente, inútil continuar.
– Ese Maldito Yo

Kandinsky afirma que el amarillo es el color de la vida.
...Se comprende ahora por qué ese color hace tanto daño a los ojos.
– Ese Maldito Yo

Cuando se debe tomar una decisión capital, nada hay más peligroso que consultar con los demás, dado que, salvo algunos extraviados, nadie desea sinceramente nuestro bien.

Esta mañana, tras haber oído a un astrónomo hablar de miles de millones de soles, he renunciado a asearme: ¿para qué seguir lavándose?
– Ese Maldito Yo

Siendo el gusto por el mal innato, no tenemos ninguna necesidad de fatigarnos para adquirirlo. ¡Con qué habilidad el niño ejerce de entrada sus malos instintos, con qué competencia, con qué furia!
Una pedagogía digna de ese nombre debería prever cursillos de camisa de fuerza. Habría quizá que extender, más allá de la infancia, esta medida a todas las edades, por el bien de la comunidad.
– Ese Maldito Yo

La tiranía destruye o fortalece al individuo; la libertad lo debilita y lo convierte en un fantoche. El hombre tiene más posibilidades de salvarse a través del infierno que del paraíso.
– Ese Maldito Yo

No se habita un país, se habita una lengua. Una patria es eso y nada más.
– Ese Maldito Yo

Se me invita a un coloquio en el extranjero, porque necesitan, al parecer, mis vacilaciones.
El escéptico de servicio de un mundo agonizante.
– Ese Maldito Yo

«Este mundo no ha sido creado según el deseo de la Vida», se dice en el Ginza, texto gnóstico de una secta de Mesopotamia.
A recordar siempre que no se disponga de un argumento mejor para neutralizar un desencanto.
– Ese Maldito Yo

«Dios no ha creado nada que odie más que este mundo y tanto lo odia que desde el día en que lo creó no ha vuelto a mirarlo.»
No sé quién fue el místico musulmán que escribió esto, ignoraré siempre el nombre de ese amigo.
– Ese Maldito Yo

El patrimonio que más nos pertenece: las horas en que no hemos hecho nada... Son ellas las que nos forman, las que nos individualizan, las que nos vuelven desemejantes.
– Ese Maldito Yo

Cada vez que el futuro me parece concebible, tengo la impresión de haber sido visitado por la Gracia.
– Ese Maldito Yo

Por encima de los presocráticos, estamos a veces tentados de colocar a esos heresiarcas cuyas obras fueron mutiladas o destruidas, y de las que no quedan más que algunos fragmentos de frase irresistiblemente misteriosos.
– Ese Maldito Yo

El hombre olvida con tanta facilidad que es un ser maldito porque lo es desde siempre.
– Ese Maldito Yo

La crítica es un contrasentido: no hay que leer para comprender a los demás, sino para comprenderse a sí mismo.
– Ese Maldito Yo

Un eminente eclesiástico se burlaba del pecado original. «Ese pecado es su medio de sustento», le dije, «sin él moriría usted de hambre, pues su ministerio no tendría ningún sentido. Si el hombre no está destituido desde su origen, ¿por qué vino el Cristo? ¿Para redimir a quién y qué?» A mis objeciones, no tuvo más respuesta que una sonrisa condescendiente.

Una religión está acabada cuando sólo sus adversarios intentan preservar su integridad.
- Ese Maldito Yo

¡No tener ya nada en común con los hombres salvo el hecho de ser hombre!
- Ese Maldito Yo

Creer en Dios nos dispensa de creer en cualquier otra cosa ‑lo cual supone una ventaja inestimable. Siempre he envidiado a quienes creían en él, aunque creerse Dios me parezca más fácil que creer en Dios.
- Ese Maldito Yo

Todo lo que me opone al mundo me es consustancial. La experiencia me ha enseñado pocas cosas. Mis decepciones me han precedido siempre.
- Ese Maldito Yo

Nunca se dice de un perro o de una rata que es mortal. ¿Con qué derecho se ha arrogado el hombre ese privilegio? Después de todo, la muerte no es un descubrimiento suyo. ¡Qué fatuidad creerse su beneficiario exclusivo!
- Ese Maldito Yo

Cambiar de idioma, para un escritor, es como escribir una carta de amor con un diccionario.
- Ese Maldito Yo

Deicida es el insulto más halagador que se le puede dirigir a un individuo o a un pueblo.
- Ese Maldito Yo

Cuanto más se detesta a los hombres, más maduro se está para Dios, para un diálogo con nadie. - Ese Maldito Yo

Amar al prójimo es algo inconcebible. ¿Acaso se le pide a un virus que ame a otro virus?
- Ese Maldito Yo

El ser no decepciona nunca, ha afirmado un filósofo. ¿Quién decepciona entonces? Imposible que sea el no‑ser, por definición incapaz de decepcionar. Esa ventaja, forzosamente irritante para nuestro filósofo, le ha obligado a promulgar una tan evidente falsedad.
- Ese Maldito Yo

«El Espíritu Santo no es escéptico», nos enseña Lutero.

No todo el mundo puede serlo, desgraciadamente...
- Ese Maldito Yo

Si prefiero las mujeres a los hombres es porque ellas tienen la ventaja de ser más desequilibradas, es decir, más complicadas, más perspicaces y más cínicas, por no hablar de esa misteriosa superioridad que confiere una esclavitud milenaria.
- Ese Maldito Yo

La música sólo existe mientras dura la audición, como Dios mientras dura el éxtasis.

El arte supremo y el ser supremo poseen en común el hecho de depender totalmente de nosotros.
- Ese Maldito Yo

Podemos obtener más o menos todo, salvo lo que en secreto deseamos. Es sin duda justo que lo que más nos interesa resulte inalcanzable, que lo esencial de nosotros mismos y de nuestro camino permanezca oculto e irrealizado. La Providencia ha hecho bien las cosas: que cada cual saque provecho y se enorgullezca del prestigio derivado de las derrotas íntimas.
- Ese Maldito Yo

Es el sufrimiento y no el genio, únicamente el sufrimiento, lo que nos permite dejar de ser marionetas.
- Ese Maldito Yo

«Sus verdades son irrespirables.» ‑«Lo son para usted», le repliqué inmediatamente a aquel inocente.

Sin embargo, hubiera debido añadir: «Para mí también», en lugar de hacer el baladrón...
- Ese Maldito Yo

Llorar de admiración, ‑única excusa de este universo, puesto que necesita una.
- Ese Maldito Yo

Cuanto más se ha sufrido, menos se reivindica. Protestar es una prueba de que no se ha atravesado ningún infierno.
- Ese Maldito Yo

El hombre se halla en algún lugar entre el ser y el no‑ser, entre dos ficciones.
- Ese Maldito Yo

¿Para qué sirve nuestro cuerpo sino para hacernos comprender lo que la palabra torturador significa?
- Ese Maldito Yo

Todo el mundo me exaspera. Pero me gusta reír. Y no puedo reír solo.
- Ese Maldito Yo

Mis libros, mi obra... El carácter grotesco de esos posesivos.

Todo se pervirtió el día que la literatura dejó de ser anónima. La decadencia se remonta al primer autor.
- Ese Maldito Yo

Ser o no ser
... Ni lo uno ni lo otro.
- Ese Maldito Yo

Morir es cambiar de género, renovarse...
- Ese Maldito Yo

Asombrosa falta de necesidad: la Vida, improvisación, fantasía de la materia, química efímera...
- Ese Maldito Yo

Emitir, sobre cualquier cosa, incluso sobre la muerte, juicios irreconciliables, es la única manera de no jugar sucio.
- Ese Maldito Yo

La pasión por la música es en si misma una confesión. Sabemos más sobre un desconocido entregado a ella que sobre alguien insensible a su embrujo a quien vemos todos los días.
- Ese Maldito Yo

Cada uno se agarra como puede a su mala estrella.
- Ese Maldito Yo

Lo que sé arruina lo que deseo.
- Ese Maldito Yo

El conocimiento o el crimen de indiscreción.
- Ese Maldito Yo

El francés: idioma ideal para traducir delicadamente sentimientos equívocos.
- Ese Maldito Yo

Mientras quede un solo dios de pie la tarea del hombre no se habrá acabado.
- Ese Maldito Yo